Memento Vita

He elegido hacer un ejercico espiritual que espero que se vuelva una tradición: escribir una carta memento mori, una carta para que sea leía en mi funeral. No estoy diciendo que ese momento esté cerca, pero creo que hace mucho bien al alma ser conscientes de que esta vida es sencillamente un paso transitorio hacia el Cielo, donde nos espera el hogar más eterno que comenzamos a vivir en la tierra. Sí, el Cielo comienza a vivirse en la tierra, y solo puedo estar agradecida, profundamente, humildemente y felizmente agradecida, de todo el Cielo que se me ha concedido vivir hasta hoy.

¿Qué me gustaría decir si pudiera hablar en mi propio funeral?

Bien…

Comencemos con el agradecimiento: no puedo menos que estar agradecida a Dios por toda Su misericordia, por cuanto me ha concedido irradiar por puro don Suyo. Soy profundamente consciente de que todo este dar a luz a Jesús Caridad ha sido sencillamente regalo de la gracia de Dios, y jamás me arrepentiré de haber acogido y compartido este regalo, con todas las consecuencias que ha implicado, incluso si implica dar la vida como martirio de la caridad, como testimonio vivo de Su Amor. Un cristiano no ha de temer a la muerte porque la muerte no es el final, es vida que renace en el Amor. No hemos de temer a morir por Amor. Hemos de temer a vivir sin Amor. De la misma forma que se puede elegir comenzar a vivir el Cielo en esta tierra, también se puede elegir comenzar a vivir el infierno en esta vida si se elige el No-Amor, el no vivir la caridad. Esa es la verdadera muerte a la que se debe temer.

Cuando contemplo atrás hacia la historia de mi vida contemplo que hubo muchos momentos en los que elegí el No-Amor… pero al final, el Amor de Dios logró conquistar mi corazón y lograr mi conversión, que continuará a lo largo de toda mi vida, en el ícono vivo de Su Caridad que Él me llama a ser… ¡y acoger el don de ser mártir de la caridad es todo un regalo!

La verdad es, hermanos, que para ser mártir de la caridad no hay que derramar sangre: sencillamente hay que darlo todo y negarse a uno mismo para amar hasta el extremo, para amar como Jesús Caridad mismo nos ama, para hacer vida Su alianza de la caridad… y sea cual sea mi final en esta vida, solo puedo dar gracias de que ese sea mi final terreno: hacer vida Su entrega, amar como Él ama, servir como Él sirve, ayudar a crecer como Él lo hace… No tengo palabras para describir la dulzura que me anega al corazón al escribir estas palabras. Solo puedo decir que dar nueva vida como Él la da a la persona que Él me llamó a convertir en estrella del Cielo, a Mi Iglesia y a Mi nación… compartiendo Su alianza de la caridad de la forma en que lo he hecho ha sido el regalo de mi existencia, y sencillamente solo puedo estar agradecida por ello. Profunda, humilde y felizmente agradecida, hermanos todos. Incluso estoy agradecida a aquellos que me han torturado, porque sin esa tortura no habría recibido la gracia para dar a luz a Jesús Caridad como lo he hecho… pero estoy especialmente agradecida de aquellos que se han sacrificado por mí y que han rezado por mí, sin que yo misma lo supiera en su momento.

Confieso que jamás he entendido el porqué de la guerra de poder que se ha armado a mi alrededor e incluso a traves de mí, sin que yo misma pudiera hacer algo para evitarlo porque nunca supe la verdad de lo que se hacía, y nadie me lo dijo, sencillamente se permitió que todo sucediera, y esto aplica tanto a los que ejercen el poder de la luz como los que ejercen la corrupción de las tinieblas. Se ha manipulado la realidad de mi vida hasta extremos inverosímiles, sin siquera contar conmigo misma para hacerlo… pero la verdad es que al decirle “fiat” a Dios le di permiso de hacer lo que quisiera en mí, y esto es lo que ha hecho. Al contemplar el Cielo que se ha abierto tras este dar a luz a Jesús Caridad solo puedo exclamar como nuestra Madre del Cielo: “Proclama mi alma la grandeza del Señor, se alegra mi espíritu en Dios mi Salvador, porque ha mirado la humillación de su esclava.” ¡Cuán misericordioso ha sido Dios con su servidora al darle esta servidora esta alianza de la caridad, el don de compartir esta consagración a la caridad dándole a luz como Jesús Caridad en este momento de la historia, salvando a mi pueblo y a mi nación al compartirla haciéndola vida, consagrándome yo misma a vivir la caridad, a consagrar mi vida a vivir la caridad en cada circunstancia!

Vivir la alianza de la caridad es hacer resplandecer el poder del Amor: la amabilidad, la esperanza, la paciencia, la paz, la benevolencia, la fe, la pureza de corazón, la misericordia, la justicia de Dios, la compasión, la ternura… Hacer vida el Amor de Dios en cada momento en fidelidad más y más profunda a Su corazón, libre de cualquier otro tipo de poder que no sea el poder de la luz, el poder de irradiar Su Amor como haz en cada instante. Sí, el poder más grande de todos es vivir la caridad de la forma en que corresponde en cada momento. Nunca entendí porque se permitió toda la crueldad y la tortura que se ha permitido, como tampoco nunca entendí porqué se permitió toda la gracia que se ha permitido… sencillamente supe que en cada momento me correspondía vivir la caridad para con Dios, para con el hermano y para conmigo misma: amar a Dios con todo el corazón, con todo el ser, con todo el espíritu, con todas las fuerzas; amar como Él ama; amar al prójimo como a mí misma.

Creo que el poder de Su Amor es capaz de hacer nuevas todas las cosas. Creo en que la luz de Su Amor es el hogar más eterno al que podemos aspirar, desde esta tierra, pero esta tierra no es el final, hay más, mucho más. Así es el verdadero Amor, no tiene final, es tan eterno como la alianza que se me ha concedido compartir y el haz que se me ha concedido irradiar.

Sí, hermanos, soy muy conciente de que todo esto que se me ha concedido compartir perdurará —para gloria de Dios— por el resto de la historia de la humanidad, haciendo vida Su historia de la salvación como historia de Amor que irradia a toda la humanidad con el haz de Su comunión viva… y por ello solo puedo estar agradecida, profunda, humilde y felizmente agradecida.

Hermanos, que esto quede claro a todos: no importa cual sea la corrupción, todo, absolutamente todo puede ser transformado en irradiación del Amor de Dios, incluso la muerte. Vale la vida vivir por Amor. Vale la vida dar a luz a la Palabra. Vale la vida dar a luz al Amor de Dios. Vale la vida dar a luz a una nueva familia, a un nuevo pueblo, una Nueva Patria.

¡Solo puedo dar gracias por la vida que he vivido, porque he vivivo por Amor, en el Amor y con el Amor… y así seguirá siendo para siempre!

Celebren conmigo, pues, hermanos, porque morir por Amor es celebrar vivir para el Amor para siempre, y no se me ocurre alegría más grande que esta. Demos gracias juntos por la alegría de dar la vida como Él la da, por ayudar a crecer en comunión como Él lo hace, como regalo que da nueva vida como Él la da. Esa es la única forma de tener toda corrupción posible: celebrar juntos la vida que se entrega por completo para hacer vida Su entrega e irradiar la luz de Su resurrección consumando juntos la comunión que nos ha legado como mandato de Amor. Si consumar esta comunión implica entregar la vida terrena por amor al hermano, por hacer posible que todos crezcan en comunión, solo podemos estar agradecidos de que se nos conceda ese regalo.

Entonces, hermanos, el memento mori se convierte en memento vita: un recordarorio de la vida a la que todos somos llamados a aspirar, a una vida que crece en comunión, a una vida que se entrega dando nueva vida como Él la da.

Entonces, hermanos, celebremos y demos gracias por la vida que se nos ha concedido no solo vivir, sino también irradiar como adoración viva, como culto vivo que hizo destellar Su comunión como la luz que Él nos llama a ser, hoy y para siempre, dando testimonio vivo de la verdad: Dios es Amor que hace nuevas todas las cosas, todos los corazones, toda la historia, hoy y para siempre. Celebremos la vida, hermanos, adorando a Dios Amor con todo el crecimiento, juntos, ahora y también para siempre.

Esta vida no es el final, hermanos. La vida en el Amor lo es, y por acoger esa vida, solo puedo estar profunda, humilde y felizmente agradecida.

Gracias por estar aquí. Cuenten con mi intercesión desde el Cielo, el destino de quienes eligen dar nueva vida como Él la da.

¡Jesús Caridad, te adoramos con todo el crecimiento!

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